ISBN 978-84-414-4056-2
Puede parecer, a primera vista, que apenas han existido corsarios españoles durante la larga lucha por los mares y océanos, especialmente desde el siglo xvi a comienzos del xix, o que, de existir, fueron figuras aisladas e irrelevantes en el fondo y muy inferiores en resultados a los enemigos que debieron afrontar en esa lucha de más de tres siglos.
Que los hechos históricos prueban una realidad muy distinta es algo que se pretende demostrar en un libro que hace un recorrido de varios siglos sobre la cuestión, indudablemente incompleto dada la magnitud de la tarea, sobre esta poco conocida y por ello escasamente valorada faceta de la guerra en el mar.
Bastan unas cuantas pinceladas para mostrar esta realidad: los hechos prueban que en todas las épocas hubo muchos, muy hábiles y muy exitosos corsarios españoles, que poco o nada tuvieron que envidiar a los de otras naciones, que presumían de tener la exclusiva o al menos la primacía en esta forma de guerra marítima.
Un corsario no era lo mismo que un pirata, aunque a menudo se confundan ambos términos. Un pirata era un ladrón en el mar, que atacaba indistintamente a cualquier buque, preferiblemente los menos defendidos y de más rica carga. Un corsario era un capitán o armador particular, que previo permiso formal de su rey, presentando una fianza previa y con un severo control oficial de sus actividades, hacía la guerra al enemigo declarado, atacando su comercio marítimo, pagando impuestos sobre sus presas y respondiendo de todos sus actos ante los tribunales, que podían incluso declarar ilegales sus presas y ordenar su devolución.
Por supuesto, las motivaciones de un corsario podían ser muy distintas: desde obtener beneficios con sus presas a lograr un ascenso social que su modesto origen le dificultaba, o incluso defender mejor sus propios buques y, ocasionalmente, lograr una buena presa del enemigo que le proporcionase un beneficio suplementario a su actividad normal, o prestar su apoyo en las operaciones a las muy atareadas escuadras regulares. O supliéndolas de hecho, dada la magnitud de las posesiones españolas en esos siglos.
Desde los corsarios vascos del xvi, en lucha con sus competidores en la pesca y el comercio con los franceses, a figuras como Menéndez de Avilés o el capitán Contreras ya en el xvii. La formidable escuadra de Dunquerque en el Flandes español, los corsarios de la Guerra del Asiento, el gran Barceló, y tantos otros, incluso en los muy difíciles tiempos inmediatamente anteriores y posteriores a Trafalgar.
Y hasta su prohibición internacional tras la guerra de Crimea en 1856, a la que solo se sumó España en 1908, tras el intento fallido de verlos actuar en el 98, cuando ya eran propiamente “cruceros auxiliares”, es decir: mercantes artillados, pero con dotación regular, que atacaban el tráfico enemigo.
Índice
Introducción
Capítulo I.- Corsarios del Atlántico en el siglo xvi.
Capítulo II.- El corso en el Mediterráneo.
Capítulo III.- La ordenanza de corso de 1621.
Capítulo IV.- La Armada y los corsarios de Flandes.
Capítulo V.-El corso en el siglo xviii.
Capítulo VI.- La “Guerra del Asiento” (1739-1748)
Capítulo VII.- Derrota y victoria (1762-1783)
Capítulo VIII.- El corso en el Mediterráneo.
Capítulo IX.- Tiempos difíciles (1797-1805)
Capítulo X.- Corsarios y cañoneras después de Trafalgar (1805-1808)
Capítulo XI.- El fin de los corsarios (1808-1908)
Conclusión
Fuentes y bibliografía
Apéndices